“Inconsistentes”, “sin carácter”, “malcriados”, “débiles” y “sobreprotegidos” son algunos de los epítetos con los que nosotros, los viejos, describimos a la generación nacida dentro de este milenio. Asumiendo torpemente que su sensibilidad es fragilidad, los hemos dado en llamar la “generación de cristal”. Con esta actitud prejuiciosa no sólo estamos comprendiendo mal a estos jóvenes, sino que también estamos perpetuando la imagen que de nosotros tenemos para justificar maneras y prácticas que hoy son moralmente inaceptables. No entendemos que esta generación es radicalmente diferente a todas las anteriores y que los modos que tanto nos generan conflicto, su cosmovisión tan incomprensible, sus gustos tan extraños y su sensibilidad exacerbada son el signo del cambio de los tiempos: un cambio irreversible del paradigma de la cultura humana. Hubo un tiempo en que los padres podían controlar la educación de sus hijos, lo que creerían, lo que pensarían e incluso cómo actuarían. Todo c...
Espacio de discusión académica que apela a lo que comúnmente se repite en los pasillos de las escuelas de derecho “el que sólo sabe de derecho, nada sabe de derecho”; será un cenáculo de conversación a veces de noticias de actualidad, música, arte, opiniones diversas entre otros, donde se permita pensar el derecho