1. No soy una buena lectora de historia. No recuerdo fechas ni otras precisiones del pasado en el que no había nacido. No se me pegan a la mente. Casi que ni siquiera las leo mientras las leo. Durante los once años que llevo impartiendo clases, cada semestre, antes de hablar de una obra, aunque lo haya consultado veinte veces en semestres anteriores, tengo que volver a informarme sobre la época en la que la obra se creó, por si los estudiantes me preguntan detalles cronológicos. ¿En qué año se escribió lo que he dado a leer? ¿Fue antes o después de qué guerra? ¿Quién era rey? Tengo una incapacidad para la sucesión de los tiempos. Es parecida a la imposibilidad de recordar encarnaciones anteriores, para quien cree en la metempsicosis. Pero es también parecida a la empresa de recordar o imaginar encarnaciones anteriores. No creo en la importancia del “contexto histórico” para el análisis de obras literarias. Promuevo la lectura fuera de contexto: en el texto. Les digo a los estudiante...
Espacio de discusión académica que apela a lo que comúnmente se repite en los pasillos de las escuelas de derecho “el que sólo sabe de derecho, nada sabe de derecho”; será un cenáculo de conversación a veces de noticias de actualidad, música, arte, opiniones diversas entre otros, donde se permita pensar el derecho