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Abel y Caín -Jorge Luis Borges

Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen. Abel contestó: —¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquí estamos juntos como antes. —Ahora sé que en verdad me has perdonado —dijo Caín—, porque olvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar. Abel dijo despacio: —Así es. Mientras dura el remordimiento dura la culpa.
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Las causas Jorge Luis Borges

  Los ponientes y las generaciones.  Los días y ninguno fue el primero.  La frescura del agua en la garganta  de Adán. El ordenado Paraíso.  El ojo descifrando la tiniebla.  El amor de los lobos en el alba.  La palabra. El hexámetro. El espejo.  La Torre de Babel y la soberbia.  La luna que miraban los caldeos.  Las arenas innúmeras del Ganges.  Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.  Las manzanas de oro de las islas.  Los pasos del errante laberinto.  El infinito lienzo de Penélope.  El tiempo circular de los estoicos.  La moneda en la boca del que ha muerto.  El peso de la espada en la balanza.  Cada gota de agua en la clepsidra.  Las águilas, los fastos, las legiones.  César en la mañana de Farsalia.  La sombra de las cruces en la tierra.  El ajedrez y el álgebra del persa.  Los rastros de las largas migraciones.  La conquista de reinos por la espada.  La brúju...